Quizá tú, que estás leyendo este artículo, eres víctima de una relación rota, un hogar destrozado. ¿Hay remedio? ¿Hay esperanza? ¿Se pueden restaurar las relaciones y los hogares destrozados?
Los hogares destrozados se encuentran por todas partes. El esposo abandona a la esposa e hijos. La esposa abandona al esposo y deja a los hijos con el corazón destrozado. La madre soltera trae hijos a este mundo fuera del matrimonio, hijos que crecerán sin un padre que los apoye y los guíe.
Considera cuán lejos ha llegado esta situación; cuánto se ha alejado del plan de Dios. El plan de Dios es que un hombre y una mujer se unan en matrimonio y sean “una sola carne”. Ambos deben trabajar fielmente como pareja hasta que la muerte los separe.
Escucha las palabras de Jesús: “Al principio de la creación, varón y hembra los hizo Dios. Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne; así que no son ya más dos, sino uno. Por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” (Marcos 10:6-9).
Jesús sigue hablando del pecado del divorcio y las segundas nupcias. “Cualquiera que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra ella; y si la mujer repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio” (Marcos 10:11-12).
Nuestra sociedad viola abiertamente estos mandamientos del Salvador del mundo. Lo peor es que la mayoría del cristianismo nominal acepta las violaciones a estos mandamientos. Quizá tú, que estás leyendo este artículo, eres víctima de tal relación rota. ¿Hay remedio? ¿Hay esperanza? ¿Se pueden restaurar las relaciones y los hogares destrozados?
¿Qué puede hacer la pareja cuando su cónyuge abandona el hogar? ¿Qué puede hacer el niño cuyos padres lo abandonan? Estas son preguntas difíciles. El viejo refrán: “Mal de muchos, consuelo de todos”, en realidad proporciona muy poco consuelo. Muchos hogares destrozados hallan cierto consuelo cuando comparten con otros que sufren la misma situación. Pero eso empeora el problema en vez de mejorarlo. Veamos algunas medidas que pueden acercarnos al plan de Dios.
Detente y considera que Dios es más grande que cualquier dificultad. En la crisis, nos invita a buscarlo e invocarlo. Considera estas maravillosas promesas que hallamos en la Biblia. Dios oye el clamor de los que sufren. “Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano” (Isaías 55:6) “Invócame en el día de la angustia; te libraré, y tú me honrarás” (Salmo 50:15). “Me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón. Y seré hallado por vosotros, dice Jehová” (Jeremías 29:13-14).
Jesús te ama. Él murió en la cruz por tu pecado (Romanos 5:8). “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mateo 11:28-30).
Pídele a Dios que te convierta en una major persona en las dificultades presentes. Nuestra primera reacción en el momento es devolver el golpe o salir huyendo. Estas son reacciones negativas que te traerán más problemas y desilusiones. Cuando permites que Jesús entre en tu vida, él te guiará por el camino correcto. Te dará la fuerza para perdonar y amar a los que te hieran. Responde de manera provechosa y pon de tu parte en mostrar amor.
Busca la ayuda de otros cristianos. Halla a alguien con quien puedas compartir tus luchas. Asiste a una iglesia que respete la Biblia y la obedezca. Ora en privado, además de orar con otros. Lee la Biblia cada día.
Busca restaurar tu vida. Jesús es el gran reconciliador. Él hizo la paz por medio de la sangre de su cruz. Jesús desea obrar en tu vida y en la vida de tus seres queridos para sanar las relaciones rotas. Tu actitud para con tus seres queridos debe ser: “Perdóname, hice mal”, “con la ayuda de Dios haré lo mejor”. Busca lo bueno en ellos y alábalo. Por medio de la oración, busca hacer más liviana la carga de los que te rodean. Tus propias cargas se volverán más livianas.
Cree firmemente que a pesar de lo complicada que sea tu situación, Dios te puede convertir en una persona de honra e integridad. En medio de nuestras dificultades, Dios se acerca a nosotros.
Lee Jonás capítulo 2. Jonás clamó a Dios desde el vientre del gran pez. Era una situación muy difícil. Dios libertó a Jonás. En otra ocasión, Dios permitió que el apóstol Pablo y sus compañeros de barco enfrentaran una terrible tormenta y que perdieran toda esperanza de salvarse. En medio de aquella situación desesperante, Dios los salvó a todos (Hechos 27).
Lee el Salmo 40, y nota principalmente el último versículo. “Aunque afligido yo y necesitado, Jehová pensará en mí. Mi ayuda y mi libertador eres tú; Dios mío, no te tardes”. Jesús nos enseña que, lo que para los hombres es imposible, para él es posible. Por nuestra propia cuenta es imposible enfrentar el rechazo, abandono, abuso, enojo y menosprecio, pero con Dios sí es posible. Él mandó a su Hijo Jesucristo a sanar a los de corazón quebrantado y a poner en libertad a los oprimidos (Lucas 4:18). Puedes hallar la ayuda de Dios en este momento. Si necesitas consejos, ponte en contacto con la iglesia u organización que se identifica al final de esta revista.
Hogar feliz, donde el Señor reside
Hogar feliz, donde el Señor reside,
Cual muy amado amigo y Salvador;
Donde no vienen huéspedes que priven
A Cristo de su sitio de honor.
Hogar feliz, do el uno al otro sirve,
Y su obra cumple cual fiel servidor;
Do la tarea más humilde es santa,
Porque la cumple en nombre del Señor.
Hogar feliz, donde a Jesús no olvidan;
Do abundan gozo, paz, y no hay clamor;
Do el alma herida pronto está aliviada
Por el Espíritu consolador.
Hogar feliz, aquel que nos espera
Al fin de nuestra vida terrenal;
Cristo en la gloria ahora nos prepara
Un nuevo hogar, sublime, celestial.
—Carl J. Spitta. Traducido por George P. Simmonds.
Tomado de Himnos de la iglesia (450)
De: Una mano amiga