Verdaderamente, las iglesias evangélicas le han fallado a la sociedad. Al decir “iglesias evangélicas”, me refiero a las iglesias que profesan que la Biblia es divinamente inspirada y que es una guía completamente fiel tanto para alcanzar la salvación como para el diario vivir cristiano, pero que no cumplen con sus enseñanzas. Las posiciones que mencionaré están claramente indicadas en las Escrituras.
Yo casi he llegado al punto de sugerir que la presente confusión en relación con el matrimonio entre personas del mismo sexo es el colmo en la destrucción del matrimonio. Pero en el sentido más amplio, el matrimonio nunca podrá ser destruido. La cultura lo puede desatender, negar, aplicar mal, pervertir o intentar de redefinir, pero el matrimonio excederá en duración a cualquier cultura que intenta desafiarlo. La falta de restricciones morales ha influido en la cultura durante tanto tiempo que la misma ha perdido por complete su sentido de responsabilidad moral para con las generaciones futuras. En la actualidad, aun los gobiernos parecen querer imponer sobre su pueblo este resultado tan negativo al promover las desviaciones del matrimonio. Las decisiones “fáciles” del pasado nos han dejado en terreno resbaladizo en tales asuntos.
Al igual que todas las leyes de Dios, sus leyes para el matrimonio siempre funcionarán a favor de aquellos que las acepten. Más bien, el matrimonio es un poder principal, sea que lo honremos o no.
El matrimonio y la sexualidad humana me hacen pensar en dos formas de lanzarse de un avión: con o sin paracaídas. Me supongo que cualquiera de las dos formas sería emocionante. (saltar sin paracaídas podría ser la forma más excitante), pero pronto terminaría la comparación. Sin el paracaídas, la ley de la gravedad trae muerte. De igual manera, sin obediencia a la ley de Dios, la sexualidad humana trae muerte.
El matrimonio es una institución divina. El Dios que creó la sexualidad humana también ordenó el matrimonio junto con la creación de la mujer, estableciendo los límites de su realización. Si hay alguna cosa que la Biblia deja claro, es que las relaciones sexuales únicamente son aprobadas dentro del matrimonio (“dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne”). Estas tienen que seguir (en lugar de preceder) el matrimonio. Exige la exclusión de todos los demás cónyuges, tanto mental como físicamente, hasta que la muerte los separe. “Por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre”.
A continuación se mencionan algunas maneras en que las iglesias modernas le han fallado al matrimonio:
1. Han deshonrado la diferencia del diseño divino entre el hombre y la mujer. El hombre y la mujer son distintos; hay diferencias psicológicas además de las distinciones biológicas obvias. El cuerpo, el sistema reproductivo, y aun la voz es diferente. La voz masculina se presta muy bien para instruir y mandar, para tomar responsabilidad y control. La voz femenina se presta muy bien para tranquilizar y expresar bondad y compasión. Obviamente estos se pueden distorsionar. ¿Quién no ha escuchado la voz masculina llena de crueldad o enojo? ¿O la voz femenina estridente, llena de sarcasmo o de queja amarga? Pero el punto principal es, al igual que las demás distinciones entre los sexos, estas se deben utilizar para traer armonía y no para causar división.
La instrucción bíblica (y por lo tanto la instrucción de la iglesia) dicta que la manera de vestir del hombre y la mujer debe ser marcadamente distinta. El hombre no debe vestir lo que le pertenece a la mujer, ni la mujer lo que le pertenece al hombre. En otras palabras, Dios nos hizo diferentes y espera que apliquemos estas diferencias con un vestuario apropiadamente distinto. Los hombres piadosos no tienen por qué tener apariencia femenina, y las mujeres piadosas deben dejar la apariencia masculina y los pantalones al hombre.
Hay otra área del vestuario que se está pasando por alto con resultados devastadores. Sin duda, Eva fue diseñada para ser atractiva a Adán. La experiencia que los hombres hemos tenido nos hace creer que Adán se enamoró alocadamente y quiso pasar mucho de su tiempo con ella. Pero también descubrimos que cuando el pecado entró en el mundo, esa atracción necesitaba un modificador. Vemos que Dios vistió a la pareja avergonzada con ropa adecuada, elaborada de pieles de animales. La verdad es que la naturaleza pecaminosa en el hombre rápidamente pervierte las atracciones femeninas. Por esto, el vestuario adecuado es un factor que protege contra la inmoralidad y a la misma vez promueve la fidelidad matrimonial. ¿Será posible que, a largo plazo, la sobreexposición del cuerpo femenino sea un factor que contribuya al aumento de atracción hacia personas del mismo sexo?
Creo que es mayormente en los últimos cincuenta años que las mujeres de las iglesias se han alejado tanto del orden de modestia que Dios dejó. Hoy en día la distinción entre la mujer “cristiana”, la mujer de la calle, y la estrella de Hollywood ha quedado prácticamente en cero. Como resultado, la mujer ahora hasta va al santuario vestida de maneras que antes se consideraban inapropiadas para aparecer en público. Como resultado, la atracción que debe ser solamente para el marido se expone al mundo entero. La protección moral y la reserva huyen cuando se viola la modestia en el vestuario.
Hermana, ¿de verdad quieres que los hombres piensen inmoralmente de ti? No hemos mencionado la esclavitud a la moda, al maquillaje, y a la joyería: cosas que caracterizan a la mujer impía y falta de gracia en el carácter. Este alejamiento de la apariencia piadosa abre las puertas a prácticamente todos los males de la sociedad.
2. Han negado la armonía en diferencias de función. Las estadísticas actuales nos dicen que ambos padres trabajan en el 60% de los hogares estadounidenses. Los hijos muchas veces se dejan en guarderías infantiles. Esto reduce en gran manera ambos la cantidad de hijos y el valor que se le da a los mismos.
El hombre y la mujer no solo deben ser diferentes en su apariencia, sino que deben cumplir con funciones muy distintos en el matrimonio y la familia. “Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo” (1 Corintios 11:3).
El hombre debe amar a su esposa y sus hijos. Debe apreciarlos y proveer por ellos. En términos bíblicos, debe darse a sí mismo por su esposa. Debe llevar la delantera al enfrentar las presiones económicas y las decisiones difíciles. Esto permite que la esposa tenga libertad emocional para enfocar en hacer el mayor impacto posible sobre la familia y los hijos. Este orden no hace que el hombre sea mayor que su esposa. Más bien, pudiera ser lo opuesto.
Los tesoros más grandes sobre la tierra no son casas de lujo, automóviles caros, equipo de recreación o fondos de jubilación. El tesoro más grande de todos es el legado de hijos fieles, criados bajo la cuidadosa dirección de padres fieles a sus papeles distintos, sin embargo, armoniosos en la estructura permanente del matrimonio. Este orden divino es tan integral al matrimonio y la familia, y a la diferencia entre el hombre y la mujer, que Dios mandó que se usara un recordatorio práctico (1 Corintios 11:1-16). Los hombres deben usar el cabello corto y no deben cubrirse la cabeza, a menos que sea para protegerse del ambiente y los peligros de las zonas de trabajo. De otra forma se deshonra a Cristo. Por otro lado, la mujer no debe cortarse el cabello y debe usar un velo. Al no cumplir este mandato, se deshonra al marido, y aparentemente aún los ángeles lo notan. Este es el orden divino por el cual los maridos y sus esposas unen sus diferencias y fielmente trabajan como uno.
3. Han incitado a las personas a degradar el matrimonio permanente. Contrario a las especificaciones del Nuevo Testamento, el cristianismo de hoy en día promueve las segundas nupcias y la infidelidad moral como norma aceptable. Esto, con razón, produce la aceptación de relaciones inmorales antes del matrimonio.
Como cristianos, debemos arrepentirnos de imitar la cultura popular y entregarnos de nuevo a la verdadera libertad de honrar a Dios según los mandatos de las Sagradas Escrituras. ¡Hoy es el día de salvación!
De: Una mano amiga