Aunque la sociedad cree y actúe de una forma incorrecta, los cristianos tienen el deber de mostrar el corazón de Dios en estos asuntos. Nuestros pensamientos y creencias tienen que ser formadas por medio de los principios de la Biblia. Que seamos hallados en acuerdo con el Creador de toda humanidad.
¿Quiénes somos, desde el punto de vista de Dios? ¿Para que hizo los seres humanos? Dios nos creó y nos redimió, no primeramente por el gran valor que tenemos. El propósito principal y el enfoque primordial es la alabanza de nuestro gran Dios.
Jesús ofrece ayudarnos con las cargas de la vida. El yugo de Cristo nos anima a seguir caminando, y nos enseña a obedecer aunque no lo sentimos. El yugo es un medio que Jesús usa para guiarnos por el camino verdadero de su voluntad. Si nos enyugamos con Cristo, no tendremos que caminar sin rumbo.
Lo siguiente es un testimonio personal de una persona que quería saber la verdad sobre la enseñanza del cubrimiento para la mujer cristiana según 1 Corintios 11. Aunque no es un estudio exhaustivo, creemos que es bíblica y puede ser una ayuda a otro que está buscando la verdad.
En las Américas, se está exigiendo que nos amoldemos a las perversiones de la cultura. Y los que no doblan la rodilla ante las presiones, sufrirán cada vez más el menosprecio y quizá aun prisiones. ¿Estamos dispuestos a identificarnos con Cristo y sufrir las consecuencias? ¿hasta la de la muerte?
La certeza de que llegarían a ser realidad las promesas que Dios le había dado; el convencimiento de que los valores de Egipto y los valores del pueblo de Dios eran irreconciliables, y que no sería posible abrigar ambos; el escoger luego el valor que tenía más peso. Esto se llama FE.
Jesús vino con el propósito específico de restaurar a la humanidad caída, a todos aquellos que se entregan a él. No vino a terminar de quebrar la caña débil. Vino a restaurar aquella caña; es decir, Jesús ofrece hacer de ti algo bello.
Los apostatas serán convencidos de su maldad, condenados, y sufrirán el castigo del fuego eterno. ¡Qué fin más terrible! Es con razón que Judas tenía este celo por la iglesia; quiere que evitemos este fin tan horrendo. Debemos más bien contender y luchar ardientemente por la fe.
Parece que hay una tendencia hoy día hacia la independencia en las iglesias. Ese espíritu individualista milita en contra de la enseñanza de Dios. Pero algo que ha distinguido a la iglesia peregrina es ese espíritu manso y humilde en cada uno; sumisión a los que Dios ha puesto como autoridad.
Cuál vale más: ¿tener much dinero y no estar satisfecho, o tener recursos limitados y estar contento con lo que tengo? Cuál contribuye más a su calidad de vida: ¿los bienes o el contentamiento? ¡Qué estemos persuadidos que las riquezas más deseables son los tesoros celestiales!
Queramos o no, Dios espera que nosotros nos sometamos a las autoridades que ha puesto en nuestra vida. La bendición, la pureza, y la victoria son el resultado de vivir dentro del orden y las reglas establecidas por Dios. Y estas bendiciones Coré, por su rebeldía, no pudo experimentar.
Cuando Jesús habla de llevar nuestra cruz, él no se refiere a las enfermedades normales, las dificultades comunes, ni las desilusiones y otras cosas desagradables comunes que enfrenta todo ser humano. Llevar nuestra cruz significa estar dispuestos a sufrir por la causa de Cristo.
¿Cuál es nuestro deber como seguidores de Jesús hacia las autoridades civiles?
¿Cuál debe ser nuestra actitud para con ellas? ¿Debemos en todo tiempo obedecerlas o existen casos en que necesitamos desobedecerlas? ¿A quién le debemos nuestra mayor lealtad?
La cultura de la muerte es una en que la dignidad de la vida se ha perdido, y en que se ha rechazado al Dios que nos hizo . Esta cultura se ha tomado el derecho de decidir quién debe nacer y cuando debe morir. Este mal arremete contra los principios que el Creador estableció para sus criaturas.
Como seguidores de Cristo, tenemos el deber de guardarnos de los engaños y falsas ideologías. Debemos defender las verdades de Dios con cada oportunidad de testificar. Nuestro deber es amar a los que están engañados e invitarlos a la restauración en Cristo.