¿Accidentes?

Tanto los cristianos como los no cristianos tienen accidentes, pero la manera en que enfrentan las desilusiones marca una gran diferencia. Entrega tu vida a Dios e incluso los accidentes pueden llegar a ser oportunidades para permitir que él obre en tu vida.

Los accidentes son muy comunes en nuestro mundo. Algunos no son muy graves, pero otros incluso pueden llevarnos a daño permanente o la muerte. Personalmente conocí a un hombre que quedó paralizado desde el cuello porque algo le cayó encima en el trabajo. Vivió durante muchos años mientras su esposa lo cuidaba. Su fe en Dios les ayudó a enfrentar esta desilusión, y animaron a muchos otros que han sufrido desilusiones más insignificantes.

La palabra “accidente” viene de la palabra latina accidens, que literalmente significa “un suceso no esencial”. También se refiere a un acontecimiento no previsto ni planeado. Los accidentes se consideran como acontecimientos desafortunados como resultado del descuido o la ignorancia, muchas veces causando heridas.

Los accidentes han formulado muchas preguntas en la mente de las personas. “¿Por qué Dios permite que sucedan accidentes? ¿Usa Dios los accidentes para castigar a las personas por sus errores? ¿Sufren los cristianos menos accidentes porque Dios de alguna manera los protege?”

En Lucas 13:3-5 Jesús contó de una torre que cayó sobre dieciocho personas y las mató. Aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre en Siloé, y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que todos los hombres que habitan en Jerusalén? Alguien puede haberle preguntado si esto sucedió porque las personas eran impías, o Jesús quizás comprendió que esto era lo que pensaban algunos de los que lo rodeaban. Sin embargo, Jesús respondió: Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente. Todas las personas deben arrepentirse del pecado y arreglar sus vidas con Dios, no solamente las personas que han sufrido un accidente.

Dios no necesariamente castiga a las personas con accidentes, pero hay cosas que todos podemos aprender por medio de estos, y proveen una oportunidad para que las personas se vuelvan a Dios en busca de fortaleza y consuelo.

Se cuenta la historia de un cristiano que se encontró en un hospital, pero no se acordaba cómo llegó allí. Le preguntó a la enfermera qué había sucedido. Ella respondió:

—Tuviste un accidente y has resultado gravemente herido.

El cristiano respondió:

—Los cristianos no tienen accidentes; ¡simplemente tienen acontecimientos!

Quizás digamos que era ingenuo, pero él trataba de mirarlo de manera positiva. Tanto los cristianos como los no cristianos tienen accidentes, pero la manera en que enfrentan las desilusiones marca una gran diferencia.

Los accidentes a veces son parte de la voluntad permisiva de Dios para con nosotros. Algunos accidentes nos pueden enseñar lecciones sobre cómo evitar accidentes en el futuro o nos pueden enseñar cómo responder ante situaciones difíciles. Cualquiera que sea la razón del accidente, Dios puede obrar a través de la situación para ayudarnos a nosotros y a otros. Incluso un accidente es una oportunidad para que nosotros ayudemos a otros que también los han sufrido.

Los accidentes nos traen una oportunidad para que confiemos que de alguna manera Dios obrará el bien por medio de lo que nos ha sucedido. La Biblia promete: Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados (Romanos 8:28). Otra manera de decirlo es que sabemos que Dios, “en toda área”, obra el bien para aquellos que lo aman. Los accidentes no son buenos en sí. Pero aun en las cosas que no son buenas, en cosas que nos desaniman, en cosas que no podemos cambiar, Dios puede traer algo bueno a nuestra vida si lo llevamos a él y confiamos en que él nos ayude.

Cierto cristiano con el cuello quebrado al principio se mostró un poco reticente a que le quitaran el collarín. Este aparato ortopédico le había dado tantas oportunidades de compartir con otros cómo Dios había obrado por medio de su “accidente”. Las personas preguntaban por su cuello, y él les contaba de la bondad de Dios en su vida. Cuando lo miras de esta manera, ningún accidente es meramente “accidental”.

Entrega tu vida a Dios e incluso los accidentes pueden llegar a ser oportunidades para permitir que él obre en tu vida y también para ayudar a otros que enfrentan los resultados de accidentes en sus vidas. He aquí Dios es salvación mía; me aseguraré y no temeré (Isaías 12:2). Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe (Gálatas 6:10).

De: Una mano amiga

Détails
La Langue
Español
Auteur
Roger Berry
Éditeur
Maná Digital

Retour à la Liste