Por qué la autoridad de la Biblia es superior a la naturaleza

El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán (Mateo 24:35).

Muchos promueven la idea de que Dios nos ha dado dos libros de un valor comparable: la Biblia y el “libro” de la naturaleza. Otra afirmación similar es que estar a solas con la naturaleza es una experiencia espiritual, aun superior a congregarse con la iglesia de los santos. Estas ideas pueden ser atractivas a los cristianos, ya que el mundo fue creado por Dios. Pero, aunque la naturaleza es obra de Dios, ha sido dañada por el pecado y fácilmente es malinterpretada por medio de los lentes engañosos de la incredulidad. Existen muchos amantes de la naturaleza que persiguen su agenda personal de cómo salvar la tierra. Muchas de estas ideas son contrarias a lo que es mejor para la raza humana. Muestran una gran preferencia hacia los animales y se basan en la “ciencia” evolucionaria y no en un entendimiento verdadero de la naturaleza. Estas ideas harán más daño que bien.

Por otro lado, la Biblia es la comunicación verbal de Dios y la única información directa acerca del poder de Dios que trae vida eterna. Es un manual autoritativo acerca de la responsabilidad humana para el bien del mismo ser humano. La Biblia da entendimiento para vivir en un mundo donde el mejor bien es hacer la voluntad de Dios.

Cualquier dato en el “libro de la naturaleza”, tomado como guía aparte de la Biblia y el entendimiento de Dios, producirá efectos desastrosos.

Veamos la verdad expresada en la naturaleza apoyada por la observación científica. El sol nos deja día tras día una demostración de la gloria de Dios (Salmo 19:1). La complejidad maravillosa de lo creado es testimonio de un Dios invisible. Esto deja a los agnósticos, a los ateos y a todo incrédulo sin excusa alguna (Romanos 1:20). La naturaleza exige una búsqueda de Dios.

De hecho, esta evidencia del Creador encontrada en la naturaleza ha engendrado el movimiento del “diseño inteligente”. Este movimiento nació de científicos que han documentado evidencia convincente de que la naturaleza no se pudo engendrar por sí misma. Pero, no se identifican con el Dios de la creación que hallamos en Génesis. Para algunos, esto pudiera representar una oportunidad para demostrar la verosimilitud de la fe cristiana. Para mí, es una búsqueda sin sentido. Aunque es muy refrescante ver la evidencia extraordinaria que demuestra que la teoría de Darwin acerca de los orígenes es errónea (la evidencia está disponible para cualquiera que investigue), veremos por qué este movimiento no nos ha conducido a volver a Dios y a la Biblia.

Para entender esto, es necesario distinguir entre la afirmación de Darwin de que el mundo originó sin Dios, y sus resultados: el cambio poderoso que ha traído a la filosofía occidental moderna.

Sin Dios, ¿por qué no cambiamos el mundo en una inmensa zona de diversión donde cualquiera puede satisfacer todo deseo, sin dejarse intimidar por el Dios de los cielos? ¿Qué pudiera ser más liberador que vivir sin ninguna ley, sin ningún pecado y sin juicio? En tal caso, ¿no es lógico, y seguramente un gran alivio para muchos, desechar las viejas virtudes morales con felicidad y descaro? (Digo “descaro” porque nuestra cultura promueve con orgullo lo que anteriormente se consideraba vergonzoso, mientras que los “cristianos” se avergüenzan cada vez más de los principios de la fe cristiana.) La sociedad ya no se preocupa por las exigencias de la conciencia, ni siente el peso de la verdad absoluta sobre su conducta irresponsable.

Pero, debemos entender algo más. El modelo que descarta a Dios ha hecho mucho más que quitar las restricciones a la “diversión” personal. Han cambiado completamente el significado y el propósito de la existencia humana. Quita la integridad de cada aspecto de la cultura, sea el matrimonio y la familia, la educación, los negocios, los medios de comunicación, la política, el gobierno o la ciencia.

Y existe un punto aún más sombrío. Siempre ha habido personas que viven contrario a la ley, como los borrachos, los mentirosos, los ladrones, los adúlteros, los violadores, los asesinos de bebés, los homicidas y los homosexuales. Pero en el pasado, aun ellos sabían que estaban mal; su conducta no era aceptada. Tales actividades eran restringidas y castigadas.

Ahora sucede lo opuesto. Esta nueva cosmovisión se opone completamente a las normas bíblicas de justicia y moralidad que antes dominaban la cultura. La forma antigua de ver las cosas hoy es la manera “incorrecta”. Primero los estándares bíblicos fueron desanimados, luego vilipendiados, después prohibidos y hoy hasta criminalizados. (Como ejemplo, tenemos las tácticas represivas en el asunto de matrimonio entre los del mismo sexo.)

La realidad es que el modelo impío no está convirtiendo al mundo en una inmensa zona de diversión. Más bien, produce una ciencia ineficaz y costosa. Hace que los gobernantes se vuelvan en contra de los ciudadanos. Socava la seguridad y corrompe los mercados financieros. Pero lo peor de todo, destruye la cuna de la civilización, reduciendo los valores humanos, la moral y la dignidad al nivel de los animales. Cambia el matrimonio tradicional en algo superficial, y deja a los niños en miseria física y moral; una presa fácil para la violencia y el crimen.

Este sistema de filosofía inspirado por Darwin tiene vida propia. Ha llegado al punto en que es independiente del celo evolucionario de donde nació. Aunque la ciencia verdadera tiene la evidencia necesaria para cerrar la puerta a la teoría de origen de Darwin, ni aun así deciden volver a abrirle la puerta a Dios.

¿Cómo puede ser esto? La Biblia lo llama una mente “reprobada” (Romanos 1:28). Es bastante trágico ser ignorante de Dios, pero mucho más mortal vivir en desafío contra Dios. Eso destruye el juicio sano, y provoca la ira de Dios.

Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén. (Romanos 1:18-25).

Esta, pues, es la esencia de la triste historia. Cuando se rechaza la verdad bíblica, la persona pierde la capacidad de entender la verdad acerca de sí misma y del mundo natural. Las culturas antiguas imaginaban dioses en la naturaleza y adoraban al sol, la luna y las estrellas. Rechazaban al Dios de la creación y elevaban a la naturaleza y a los animales a posiciones sagradas. Fabricaban dioses a su gusto y los adoraban, como aún sucede actualmente en varias regiones del mundo.

Los secularistas de hoy se creen más sabios que los antiguos. No adoran al sol, ni se arrodillan delante de ídolos que fabricaron ellos mismos. Más bien, al rechazar a Dios, creen estar en el lugar de Dios. Esto les permite desactivar su conciencia y practicar sus perversiones más viles. Los secularistas modernos son dignos de un mayor juicio que los antiguos. Para la mayoría, la verdad es accesible. Si no tienen una Biblia, fácilmente pueden conseguir una.

Todos los días estamos expuestos a la gloria de la naturaleza. Pero obviamente, la naturaleza no se defenderá ante las mentiras que se le atribuyen. La naturaleza no es un profesor muy específico ni exacto. Aun cuando el mundo y sus dos habitantes eran perfectos, Adán y Eva evaluaron la fruta prohibida como más importante que el mandamiento de Dios. Ese es el problema de tener a la naturaleza como un libro comparable a la Biblia: nos permite desconectarnos de la verdad. Son las Escrituras, y no la naturaleza, que nos señalan sin falta a Dios y a las respuestas del Evangelio de Cristo Jesús.

La Biblia aclara cualquier malentendido en cuanto a la naturaleza. Pero la naturaleza no resuelve ningún malentendido en cuanto a la Biblia.

De: Una mano amiga

Détails
La Langue
Español
Auteur
Lester Troyer
Éditeur
Maná Digital

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