El hombre que toma bebida alcohólica y se emborracha es un espectáculo triste con que encontrar. Indubitablemente sufre por sus propios decisiones y escogeres. Pero, ¿será que él soló lleva la culpa por su embriaguez?
¿Qué tienes en tu mano?
El testimonio de un alcohólico a quien el Salvador Jesucristo libró de una vida de esclavitud e infelicidad
Dos mundos, dos puntos de vista. A la vez, los dos hombres sirven al mismo amo cruel y sin misericordia. Los dos necesitan de Dios y la sangre de Jesucristo que los puede limpiar de sus pecados. Dios tiene la misma compasión por ambos, y ofrece a los dos la vida eterna.
El testimonio personal de un hombre, esclavizado por el pecado, de como halló la libertad.
La cura que Dios ofrece hace mucho más que controlar la sed de alcohol. La cura de Dios seca la fuente de la problema: un corazón pecanimoso enviciado al pecado y al diablo.
La conducta piadosa y un estilo de vida disciplinado evita mucha enfermedad. Una conducta descarriada de una vida pervertida por la droga, el alcohol, la vida inmoral y estilos de vida alternos trae consigo enfermedades y el juicio de Dios. No toda enfermedad es por causa de pecado personal.
La mayoría de las personas no les interesa saber este tema de la obediencia, porque interfiere con su intención de dar rienda suelta a los deseos de la carne. Pensamos que si vivimos como queremos, eso nos trae felicidad, pero los resultados dicen todo lo contrario. ¡Seamos sabios y obedezcamos!
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