¿Debe el cristiano odiar?

Vivimos en un mundo de continuo odio y violencia. Aun algunos que profesan el cristianismo deciden emplear la fuerza y la violencia. Por lo tanto, ¿qué debe hacer el cristiano al que le preocupan la inmoralidad, la violencia, las clínicas de aborto, las drogas y el alcohol?

Vivimos en un mundo de continuo odio y violencia. Casi a diario oímos de conflicto y derramamiento de sangre, no solamente en las guerras, sino también en países generalmente pacíficos. Los tiroteos y otros crímenes violentos no se dan únicamente entre pandillas de la ciudad sino también en los lugares de trabajo, escuelas y hasta en lugares de adoración. Aun algunos que profesan el cristianismo deciden emplear la fuerza y la violencia.

Un abogado de Nueva York declaró que “el movimiento en contra del aborto en los Estados Unidos se concreta con (…) la violencia”. Los opositores del aborto, que en su mayoría profesan ser cristianos, constantemente se organizan frente a las clínicas de aborto para protestar contra la destrucción de niños nonatos. Algunos doctores y trabajadores de estas clínicas han muerto a manos de activistas del movimiento antiaborto. En este caso, los que están a favor del aborto culpan a los cristianos conservadores. Muchas veces se acusa a los cristianos de cometer “crímenes de odio”.

¿Debe el cristiano incurrir en la violencia para defender el punto de vista bíblico de la familia y el matrimonio? ¿Debe acarrearse condenas judiciales por defender que el niño nonato es realmente una persona que Dios creó con un propósito en esta vida? Sin duda, el cristiano debe ser conocido por su amor por otros, aun por sus oponentes. Jesús enseñó: “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen” (Mateo 5:44).

Este versículo, entre otros, nos enseña que es pecado para el cristiano odiar a otros o maltratarlos. El odio es pecado, sin importar cuán equivocado se encuentre el oponente. El cristiano no practica el aborto porque sabe que la Biblia enseña que la vida es sagrada aun en el vientre. “Porque tú formaste mis entrañas; tú me hiciste en el vientre de mi madre” (Salmo 139:13). El cristiano se abstiene de todo tipo de inmoralidad, como la fornicación, el adulterio y la homosexualidad. Enseña y practica la pureza moral. “Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades (…) los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos” (Gálatas 5:19-21, 24).

El cristiano puede esperar la persecución de un mundo anticristiano. Sin embargo, no debemos traer acusaciones sobre nosotros por desobedecer a Dios. La Biblia le enseña al cristiano a sufrir el mal sin vengarse. “No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres. Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor. No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal” (Romanos 12:17-19, 21).

Si el cristiano toma en serio este pasaje de la Escritura, no le hará daño a nadie, ni siquiera a sus enemigos. No participará en actividades para imponer medidas contra otros. Por ejemplo, no trata de impedir por la fuerza que el personal de las clínicas de aborto realice su actividad. Es lamentable que el cristiano que usa la fuerza, o aun la resistencia “no violenta”, no ve la manera que Dios planeó para que la iglesia llegue a este mundo perdido. El empleo de la fuerza y la influencia política para vencer la maldad de la gente no cambia el corazón de la gente. Con el uso de tales métodos, el cristiano tiende a enemistarse con otros.

La esencia del Evangelio de Jesucristo es cambiar el corazón de las personas. Sin un cambio de corazón, no se soluciona la inmoralidad, el aborto, el homicidio y muchos otros pecados. Primero, la Biblia enseña que le toca al cristiano vivir su fe como ejemplo al mundo perdido. Segundo, el cristiano ha sido llamado a emplear su tiempo y esfuerzos en invitar a las personas a buscar el camino de Dios, por medio de su Hijo Jesucristo. Tercero, la iglesia debe animar y enseñar a los nuevos cristianos. Si tanto cristianos como iglesias siguieran fielmente estos pasos, se lograría más en lo que respecta a cambiar las personas que lo que se logra por medio de la política, las manifestaciones de protesta o el uso de la fuerza.

Cuando las iglesias empiezan a emplear medios políticos o de presión, se exponen a recibir el mismo trato. La fuerza política aumenta en contra de la iglesia.

Por lo tanto, ¿qué debe hacer el cristiano al que le preocupan la inmoralidad, la violencia, las clínicas de aborto, las drogas y el alcohol? Primeramente, seamos ejemplos de una vida recta. Luego, podemos hablar cara a cara con las personas y hacerles ver que hay un mejor camino que consiste en obedecer la Biblia. También podemos compartir literatura cristiana que enseña cuál es el camino de Dios. No podemos obligar a las personas a seguir a Jesús, pero las vidas transformadas pueden cambiar el mundo. También pueden impartir esperanza a hombres y mujeres hoy y, sobre todo, eternamente.

De: Una mano amiga

Detalles
Idioma
Español
Autor
Roger Berry
Editorial
Maná Digital
Temas

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