Los deseos sexuales son creados por Dios. La legítima expresión de los mismos, dentro del matrimonio, es bello. Pero nuestra vieja naturaleza se inclina automáticamente a la fornicación. Pero, si fornicamos porque es parte de nuestra naturaleza, ¿cómo podemos dejar de hacerlo?
¿Seguro? No puedo creer que por cualquier robo Dios me condene. Seguramente él pasará por alto unas pocas raterías.