La conducta piadosa y un estilo de vida disciplinado evita mucha enfermedad. Una conducta descarriada de una vida pervertida por la droga, el alcohol, la vida inmoral y estilos de vida alternos trae consigo enfermedades y el juicio de Dios. No toda enfermedad es por causa de pecado personal.
“Si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios (…) y guardares todos sus estatutos, ninguna enfermedad (…) te enviaré a ti; porque yo soy Jehová tu sanador.”
(Éxodo 15:26, Deuteronomio 7:15)
El origen del pecado, la enfermedad y la muerte
Cuando Dios creó el universo y todo lo que en él hay, lo hizo perfecto, para que existiera para siempre. No existía enfermedad, tristeza, sufrimiento ni muerte. “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera. Y fue la tarde y la mañana el día sexto” (Génesis 1:31).
Sin embargo, después de haber terminado la creación, vemos que Dios les dio al hombre y a los seres angélicos la libertad de elección. El hombre escogió pecar, y por esto Dios maldijo la creación. “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Romanos 5:12).
El hombre experimentó la degeneración y la muerte, pero Dios en su misericordia estableció límites a la vida para que el hombre no viviera para siempre en su condición pecaminosa. Con la maldición vinieron también problemas físicos como defectos de nacimiento (errores en la transcripción del código genético de la vida en el genoma). La vida promedio finalmente se redujo a “setenta años; y si en los más robustos son ochenta años, con todo, su fortaleza es molestia y trabajo, porque pronto pasan, y volamos” (Salmo 90:10).
En el principio, Lucero o Satanás (también llamado el “querubín grande”), lideró una rebelión donde él y un tercio de los ángeles del cielo fueron arrojados a la tierra (Ezequiel 28:14-16, Isaías 14:12-15, Apocalipsis 12:3-4). Ahora Satanás se ocupa en traer problemas y tentaciones, y al mismo tiempo busca convencer al hombre de culpar a Dios (Véase Job 2:7-10). “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” (1 Pedro 5:8).
Dios le prometió a Israel en Éxodo 15:26 que su pueblo no iba a sufrir todas las enfermedades que vendrían sobre los otros pueblos. Una conducta piadosa y un estilo de vida disciplinado evita mucha enfermedad y problemas. Una conducta descarriada de una vida pervertida por la droga, el alcohol, la vida inmoral y estilos de vida alternos trae consigo enfermedades y el juicio de Dios.
Enfermedades y epidemias a través de la historia
Dios golpeó naciones y ejércitos con enfermedades a través de la historia. Tal fue el caso del ejército de Senaquerib en Jerusalén donde murieron 185.000 (Isaías 37:36-37; 2 Reyes 19:35). Los hombres de Asdod evidentemente sufrieron algo similar a la peste bubónica cerca del año 1000 a.C., después de haber capturado el arca de Dios en Silo y de haberla puesto junto a su dios Dagón (1 Samuel 5). Los tumores y las ratas con los que aquellos hombres fueron atormentados son causas y efectos de esta enfermedad: la peste bubónica se propaga cuando las pulgas de los roedores infectados pican a otros roedores o humanos.
A mediados del siglo VI, el imperio bizantino sufrió una plaga; se cree que era la peste bubónica. Se extendió por Europa, empezando en el mar Negro y mató la mitad de la población de Constantinopla. Esta fue considerada la primera pandemia mundial. Esta misma enfermedad volvió una segunda vez y fue llamada la peste negra al extenderse en Europa en el siglo XIV. Se transmitió desde Asia central hacia el oeste al mar Mediterráneo por medio de las ratas en los barcos de comercio. Ya para el siglo XV la plaga había alcanzado la mayor parte de Europa, matando entre 20 a 30 millones de personas.
Otra pandemia tuvo su origen en la China. Comenzó a mediados del siglo XIX, y a través de los próximos 75 años, se extendió a cada continente habitado, matando hasta 20 millones de personas. Para el año 1899 había llegado a los puertos de San Francisco y a otros más. Los médicos profesionales llegaron a controlarla en las ciudades, pero los roedores infectados se esparcieron desde California a todo el oeste. Algunos casos de esta plaga aún ocurren en el oeste de EE. UU. cada año.
Dios brinda seguridad y cuidado a todos los que creen en él y le obedecen.
La pandemia de la influenza en los años 1918-1920, también conocida como la gripe española, fue especialmente mortal. Del tres al cinco por ciento de la población mundial murió por su causa. Solo en los Estados Unidos murieron entre 500.000 a 650.000 personas. Un lugar donde esta enfermedad se propagó fácilmente fue en un campamento militar en Étaples, Francia, a finales de la primera guerra mundial. Más de cien mil soldados pasaban por este campamento cada día. Algo que destacó a esta pandemia de entre las otras fue que afectó más a las personas de edad media que a los jóvenes y ancianos. En los Estados Unidos se cerraron muchas iglesias y escuelas durante este tiempo.
La pandemia del Coronavirus del 2020
Al momento de escribir este artículo en abril del 2020, el mundo se enfrenta a la propagación de un virus llamado COVID-19. Con la facilidad del transporte internacional hoy, las enfermedades contagiosas se propagan rápidamente. Nuestra generación conoce muy poco de las altas cifras de muertes y las pérdidas de familiares que conocieron las generaciones anteriores. Los Estados Unidos y muchos otros países están bajo cuarentena. Negocios no esenciales se han cerrado y se les advierte a las personas a permanecer en sus casas para así mermar la velocidad de la propagación de la enfermedad. Millones de personas en todo el mundo están sin empleo.
Sin embargo, el hombre necesita confesar que no es todo suficiente y que necesita de Dios. Dios brinda seguridad y cuidado a todos los que creen en él y le obedecen. “No se deleita en la fuerza del caballo, ni se complace en la agilidad del hombre. Se complace Jehová en los que le temen, y en los que esperan en su misericordia” (Salmo 147:10-11). Necesitamos reconocer que es Dios “el que sana todas [nuestras] dolencias” (Salmo 103:3). Igualmente, Dios es el que nos puede salvar del coronavirus. “A Jehová vuestro Dios serviréis, y él bendecirá tu pan y tus aguas; y yo quitaré toda enfermedad de en medio de ti” (Éxodo 23:25). Esto no quiere decir que la fidelidad hará que el cristiano quede exento de la enfermedad, sino que lo librará de la maldición de la conducta pecaminosa. La recompensa de vivir piadosamente es paz, gozo y armonía con nuestro Señor.
La provisión de Dios en la iglesia
Todavía tendremos que ver si el gobierno puede satisfacer la gran necesidad que demanda el público en esta pandemia. Nuestro mayor recurso es la iglesia que Jesús estableció antes de ascender al cielo. Los programas sociales no pueden satisfacer todas las necesidades del hombre ni tampoco las pueden administrar de manera justa. Finalmente, cuando los recursos se limiten, cada uno acaparará bienes para sí mismo. Algunas personas hacen protestas en las calles y reina la anarquía.
Entre los creyentes gozamos de apoyo tanto físico como espiritual en tiempos de enfermedad. La Biblia también enseña la unción con aceite que debe solicitar cualquier persona con una grave enfermedad. “¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados” (Santiago 5:14-15).
Dios ha provisto alimentos saludables y aun plantas y minerales medicinales en nuestro mundo. El simple hecho de comer alimentos saludables, y con medida, provee a nuestro cuerpo las necesidades físicas. Pero aun así tendremos que lidiar con enfermedades y discapacidades físicas. Pablo dijo: La recompensa de vivir piadosamente es paz, gozo y armonía con nuestro Señor.
“Usa de un poco de vino por causa de tu estómago y de tus frecuentes enfermedades” (1 Timoteo 5:23). Este versículo no se debe usar para justificar que los alcohólicos tomen. La medicina se toma en cucharadas, no en botellas enteras. La profesión médica hoy día tiene muchas curas y procedimientos medicos que las generaciones anteriores desconocían. Pero esta pandemia de la COVID-19 ha comprobado que el hombre aún está sujeto a la mano soberana de Dios.
El gran médico
Jesús, el gran médico, tuvo compasión de las personas que sufrían en este mundo pecaminoso. Él se dedicó a hacer el bien, a sanar y perdonar los pecados, revelando la causa que a menudo está detrás de la mayoría de los problemas de los humanos. Hizo un llamado al arrepentimiento para el perdón de pecados (Juan 3:3, Hechos 3:19). Jesús nos enseñó que para recibir la salvación debemos tener una naturaleza humilde y dócil. Dijo: “De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos” (Mateo 18:3). Esto hace la diferencia entre la vida eterna y la muerte eterna.
Aun así, Jesús dejó claro que no toda enfermedad es por causa de pecado personal. Cuando él sanó al ciego, le preguntaron quién había pecado. Jesús respondió: “No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él” (Juan 9:3). Jesús pasó a demostrar que los líderes religiosos que estaban seguros de que podían “ver” (entender) eran los que realmente estaban ciegos, mientras que el hombre ciego de nacimiento halló la salvación física y espiritual ( Juan 9:35-39).
La Biblia predice el fin cuando la maldición será quitada y los salvados tomarán “del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios” (Apocalipsis 2:7). También prometió que “el postrer enemigo que será destruido es la muerte” (1 Corintios 15:26).
“Y los redimidos de Jehová volverán, y vendrán a Sion con alegría; y gozo será sobre sus cabezas; y tendrán gozo y alegría, y huirán la tristeza y el gemido” (Isaías 35:10).
Fuentes:
De: Una mano amiga